Aceras en Red - Cuento Digital

     Levantarse por la mañana ya es complicado de por sí, pero más se me complica atender el primer llamado el celular con una voz digna de un investigador. En general, pocas veces suena a eso de las seis de la mañana. Mi voz es idéntica a la de un zombie por esos momentos del día. Decidí atender de todos modos. La voz de una señora preocupada fue la que terminó de despabilarme. 
-Hola ¿señor Toledo, investigador privado, verdad?- me dijo
- Sí, soy yo- respondí
-Secuestraron a mi hija, fue ayer por la noche, yo no estaba en casa y…- la señora, al parecer se dio cuenta de que contar todo por teléfono no es nada fácil. 
     Me pidió una cita cuanto antes en mi oficina. Revisé mi agenda. Para esa mañana a primera hora tenía que recibir a unos oficiales de policía por un trabajo en conjunto. “Esos vagos nunca aparecen” pensé y decidí convocar a la señora del teléfono en mi oficina a las siete. Lo demás, como siempre. Café con leche para llevar en el auto y a trabajar. 
     Como era de esperar, la policía nunca llegó y la señora estaba en la puerta de mi oficina antes de que yo llegara. Se la notaba preocupada, pero a la vez no era la preocupación típica de una madre con su hija secuestrada. Decidí indagar sobre eso. Después de dos horas de conversación, pasé en limpio mis notas y las digitalice para tenerlas en mi nube.
     Comencé la investigación visitando el hogar donde vivía la familia. Nada del otro mundo, solo reconocí por el color blanco de las cortinas que la habitación de la adolescente daba a la calle. La casa de la calle Belgrano 2275 no tenía nada que envidiar a las que la rodeaban pero tampoco nada para destacarse. Indagué los alrededores y nada. Parecía segura, buen cercado y con alarma. Visité a su exnovio, no parecía preocupado por Sol pero de todos modos respondió mis preguntas sin problema. Nada que llame la atención, me contó que dejó a Sol porque repetidas veces escapaba para volver a los dos días. Al igual que la madre, no sabía a dónde se dirigía. Decidí dar mi jornada por terminada y volver a mi oficina. 
     Todo indicaba que Sol debía volver, sin embargo, las veces anteriores escapaba de día o al salir de la escuela, esta vez fue distinta, por la madrugada. ¿Habrá querido innovar o realmente es un secuestro como intentó plantearlo su madre?
     Las redes sociales hablan mucho de las personas. Manos a la obra. Me puse a revisar perfiles. Sol tenía cargadas varias fotos con su exnovio. Se los ve felices. Una de ellas en la entrada de su casa. Por el contrario, Esteban apenas tenía foto de perfil. Indagando más me encuentro con que aparecía en otras selfies con chicas pero que él no había subido. Ahora que recuerdo, él mencionó que Sol era también muy celosa y se enojaba con Esteban por no eliminar la etiqueta en las fotos con sus novias anteriores. Algo me llamó la atención. Una de las imágenes en la que aparentaba ser la puerta de una casa, tenía una inscripción en la calle, decía 133421. Utilizando un sistema de recorrido virtual por las calles de la ciudad encontré que era de una vivienda ubicada en Argüello al 3789. Empecé a revisar las fotos nuevamente. Todas las fotos tomadas en la calle tenían sobre la calzada alguna serie de números escritos. Tome nota de las direcciones e inscripciones de cada una. Visité todas y encontré que ahora, además de los extraños números de las fotos, tenían una “X” al final. Algo andaba mal. Decidí dejar el trabajo aquí por hoy y volver a casa. Antes de acostarme a dormir, llamé a una vieja amiga de la Secretaría de Infraestructura para saber si los códigos formaban parte de algún sistema o forma de identificar algo de la ciudad. 



     La respuesta fue clara y Lucía sigue negándose a reencontrarse conmigo. “Bueno” pensé, “por lo menos colabora con mis investigaciones”. Eso es una forma de demostrar amor ¿No?
     Me levanté como siempre. De camino al trabajo, acercándome a una esquina, encontré otra de las inscripciones en el piso, esta sin la “X”. Tome nota y seguí viaje. Desde mi oficina accedí a la base de datos de la policía y la ciudad, tengo que aclarar que ya lo hago sin su consentimiento y su sistema de seguridad para cifrar archivos es algo deficiente y sucumben ante mis conocimientos. Las direcciones con las inscripciones en la calle no presentaban datos en común como el dueño o el titular de algún servicio. Sí encontré que en una de ellas había ocurrido un secuestro, otro secuestro pero que no se había encontrado a la capturada ni descubierto al capturador. Seguí investigando en la base de datos policial y encontré lo que buscaba. Todas las casas tenían una de sus hijas desaparecida, aunque no todas declaradas como secuestradas. Era momento de entrar a las cámaras de seguridad. Todos las desapariciones ocurrieron de noche, cuando las hijas se encontraban solas. Revisando los horarios aproximados, encuentro un faltante de cinco minutos en cada una de las grabaciones donde la imagen está completamente congelada. ¿Me estaba acercando a alguien de múltiples crímenes cometidos todos con la misma metodología?
      Comencé a pensar y revisar las entradas y salidas de información de los servidores. Los momentos de interferencia en los videos se daban luego del acceso de una computadora cuyo IP no estaba asociado a los ordenadores de servicios públicos. Logré conectar con esa computadora y extraer los videos robados, me queda pendiente establecer su ubicación. Se ve siempre una camioneta negra, con personas que suben a una adolescente y se la llevan. Todos los casos operando de la misma manera. Al final del video se observa cómo pintan la “X” en los números de la calle. Instantáneamente me dí cuenta de que esta noche podría haber otro secuestro. El número que encontré hoy no tenía aún la “X” pintada. Sin nada más que hacer y viendo que ya eran las siete de la tarde, me preparé un sándwich y marché hacia la dirección Quiroga 1784. Esperé seis horas en el auto y nada. Eran cerca de las dos de la madrugada y en ese momento apareció la camioneta, unos hombres se bajaron. Cuando vi que se acercaban a la casa, encendí mi auto y toque unos bocinazos. Las luces de los vecinos se prendieron y los potenciales secuestradores huyeron. No los pude seguir pero informé a la familia que estaban en peligro, que no dejen a su hija sola.
      A la mañana siguiente me desperté con un llamado, era Lucía. No me lo esperaba pero fue una muy buena noticia. Me dijo que consideró mi oferta de ayer y que nos veamos antes de trabajar para desayunar. Obviamente acepté pero antes tenía que pasar por la oficina a acomodar otros asuntos. Me llegó a mi computadora una notificación de actividad en la de quien había interrumpido los videos. Una archivo de texto con números y letras cargadas que coincidían con las inscripciones de la calle. El número del secuestro que evité en lugar de estar acompañado por una X, tenía a su lado una F. El único con la letra distinta, implica que los demás estaban concretados. Supongo que los restantes de la lista que no tenían ninguna letra, eran potenciales secuestros sin concretar, debía averiguar esas direcciones para lo cual debía entender cómo se seleccionan los números. Tenía que haber algún patrón. Antes vería a Lucía para desayunar juntos como tanto había esperado.
     Estacioné del lado del frente, vi a Lucía sentada en una mesa que daba a la vereda. Me sonreía. Embobado por la felicidad del momento, no me percaté de que una camioneta negra casi me atropella. Unos tipos se bajaron. Pañuelo con burundanga en mi cara, supongo que me tiraron a la camioneta. 
  Me desperté en una suerte de celda esposado a una mesa que estaba completamente fija al suelo.No podía escapar. Esteban estaba mirándome, una vez me levanté, desapareció y volvió con Lucía. Me entusiasmé, mi salvación había llegado o quizás era todo lo contrario. Recibí las explicaciones necesarias.



   

Lo que ella no sabía es que yo estuve, por lo menos hoy, un paso adelante. Fue cuestión de tiempo, diez minutos después, Lucía y Esteban fueron sorprendidos por un grupo del Escuadrón de Operaciones Especiales. Los tomaron presos y yo fui liberado. Al pasar antes de ver a Lucía por mi oficina dejé un programa corriendo en mi computadora. Esa maravillosa obra de arte, avisa mi ubicación y que estoy en peligro a todas las comisarías de la ciudad. Yo solo tenía que aplaudir para que el micrófono de mi remera detecte un sonido mayor y mi sistema de localización integrado en el cinturón se active. 
     Con ayuda de un compañero que es un erudito de la matemática, la lógica y la programación, descubrimos el patrón que conecta la dirección de la casa, con el código que  la identifica. También relacionado con el nombre con el que Lucía encubría su empresa, Factorize. Era tan simple como factorizar el número de la dirección, poner el resultado sin los signos de multiplicación y agregar que posición ocupa la letra de la calle en el abecedario. Ya sabíamos donde iban a ocurrir el resto de secuestros, informamos a la policía y otras fuerzas nacionales. Mientras tanto, se rescataron a las mujeres que ya habían ingresado a la red de trata. Estaba todo en sus manos, espero que no sean tan deficientes como lo son para proteger su base de datos. 
     Mi vida vuelve a tener casos más aburridos. Desapariciones de perros, envenenamientos de gatos y alguno que otro caso de una mujer con paranoia que escucha pasos en su casa. Espero que sepas perdonarme, Lucía. Aún te sigo amando. 

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